Emaús Oselya: Dos años de guerra, ¡dos años de resistencia!
La invasión a gran escala perpetrada por Rusia en Ucrania comenzó el 24 de febrero de 2022. Lo que significa que hace dos años que el grupo Emaús Oselya resiste cada día en Lviv gracias a sus armas: la solidaridad, la cooperación y la acogida incondicional de las personas vulnerables, además de contar con ideas e iniciativas para ayudar en todo momento a las personas que más sufren. Hemos entrevistado a Natalia Sanotska, directora de Oselya, y a Grigory Semenchuk, delegado nacional de Ucrania. Esta entrevista versa sobre la política interior, el contexto local de Lviv y el día a día de un grupo Emaús en un país en guerra.
¿Podríais hacer balance de la situación política y de la movilización?
Grigory: Las elecciones presidenciales y parlamentarias, que tendrían que haberse celebrado en 2024, se han retrasado sine die debido a la guerra (mandatos de 5 años, últimas elecciones en 2019). Los/as ucranianos/as que viven en los territorios ocupados no podrían votar, no se podría hacer campaña, ni asegurar la seguridad de los electores. Además, la constitución prohíbe que se celebren elecciones mientras el país esté en guerra.
El Parlamento prepara una nueva ley de movilización. Se debate desde hace 2 meses y serviría, sobre todo, para definir de forma más certera las condiciones de la movilización a la hora de reemplazar a las personas en el frente: duración, personas afectadas, edad de movilización (que pasaría de 27 a un mínimo de 25 años), etc.
Natalia: A pesar de que hay voluntarios para ir al frente, la gran mayoría entiende que esta medida es necesaria para no sucumbir a la ocupación.
¿Cuál es la situación en Lviv? ¿Ha evolucionado el perfil de las personas que acoge Oselya desde que comenzó el conflicto?
Grigory: En general, la situación se ha estabilizado. Siguen llegando algunas personas a Lviv, huyendo de los combates, pero estos flujos son menos numerosos que en 2022. Las víctimas prefieren refugiarse cerca de sus hogares en Kharkiv, Dnipropetrovsk.
Natalia: Sin embargo, las ciudades como Kiev, Lviv o la parte occidental de Ucrania no se libran de los bombardeos; los últimos en Lviv fueron a principios de enero. La situación sigue siendo muy complicada. Sin ir más lejos, la semana pasada (mediados de enero, N. de la R.) Kharkiv fue bombardeada todos los días, lo que obliga a la población a huir hacia el Oeste.
Grigory: Al comienzo de la guerra, se construyeron numerosos alojamientos de emergencia para acoger a todo el mundo. Estos refugios temporales se cerraron a toda prisa, lo que forzó a la gente a buscar un alojamiento y volver al trabajo lo antes posible.
Natalia: Esto dio pie a una fuerte tensión en el mercado local y a un enorme aumento del precio de los alquileres. Surge así un nuevo estatus de «trabajadores pobres»: personas con pocos ingresos y que no pueden pagar ni el alquiler ni las facturas. La guerra ha llevado a la precariedad a una gran parte de la sociedad. Muchísimas personas desplazadas duermen ahora en cabañas, sin electricidad ni agua corriente o en barracones de plástico, en Lviv o en los alrededores…
A estas personas también se les acoge en el nuevo centro social y durante el reparto de alimento para personas sin hogar o desplazadas internas. Oselya y la sociedad civil hacen el trabajo de las instituciones sociales gubernamentales, tratando de buscar soluciones mientras el Estado centra sus esfuerzos, esencialmente, en la guerra.
Actualmente se habla bastante de salud mental. ¿Cómo se está gestionando, teniendo en cuenta que los traumas ligados al conflicto afectan a toda la población?
Natalia: En Oselya contamos con un psicólogo que trabaja en la comunidad con los compañeros. La Orden de Malta, con quien colaboramos, se hace también cargo del salario de un psicólogo y de un trabajador social, quienes, una vez a la semana, están a disposición de las personas que frecuentan el centro social.
Grigory: La situación actual es muy complicada para todo el mundo: estrés, cansancio físico y mental, noches en vela… Ya existían algunos programas estatales sobre salud mental, pero las clínicas psiquiátricas están hasta la bandera y se excluye a las personas más vulnerables. Es difícil conseguir medicamentos, incluso con receta.
Natalia: Asimismo, estamos en contacto con nuestros compañeros en el frente. Siempre que tienen un permiso, vuelven a la comunidad. La vuelta supone todo un reto ya que vuelven con experiencias traumáticas que pueden desembocar en comportamientos agresivos, alcoholismo… ¿Cómo podemos ayudarles, trabajar con ellos, sentir que aún podemos serles de ayuda? Somos su familia y entendemos por lo que están pasando. No obstante, tenemos nuestras propias normas y no podemos poner en riesgo el equilibrio de la comunidad. Estamos trabajando en ello en este momento.
Oselya está desarrollando nuevos proyectos gracias al apoyo de Emaús Europa y los fondos que han recaudado los grupos Emaús para el fondo Ucrania. ¿Podríais contarnos más?
Natalia: Tratamos de vivir como ante de la invasión: trabajamos, organizamos la solidaridad… No obstante, la guerra ha tenido un impacto enorme en la vida de nuestra comunidad. El nuevo centro social, que se construyó en cinco meses gracias al fondo Ucrania, es ahora más necesario que nunca: no solo responde a las necesidades más urgente (higiene, comedor social, reparto de ropa de abrigo…), sino también a la necesidad del vínculo social, con la cultura o la autoestima, igual de importante. Por ejemplo, proponemos un servicio de peluquería, barbería o de proyecciones de películas.
En la comunidad también hemos comenzado con la renovación del taller para construir ahí habitaciones, gracias al apoyo de la Fundación Abbé Pierre y del Fondo Ucrania (el grupo acoge a 30 compañeros para 15 plazas disponibles, desde antes del comienzo del conflicto, N. de la. R.). Y sabemos que estas obras son imprescindibles: los/as compañeros/as llevan mejor el estrés de la guerra, tienen más intimidad; en definitiva, ¡viven mejor!
¿Cuáles son los próximos grandes desafíos de Oselya?
Natalia: Ya hemos hablado del importante aumento de los precios de la vivienda y los terrenos. Esto también tiene un impacto en nuestra tienda: el propietario quería duplicar el precio del alquiler, por lo que tuvimos que mudarnos. Esta situación ha dado lugar a muchísimo estrés y a largas búsquedas que nos han llevado a una tienda más pequeña, más cara, pero más abordable para nosotros. Estamos satisfechos puesto que se encuentra situada en el centro histórico de Vinniky, lo que significará la llegada de nuevos clientes, pero sin perder a los antiguos. No está mal. Sin embargo, esto nos obliga a vender nuestros muebles con fotos porque no tenemos suficiente espacio, lo que tiene un impacto directo en la actividad económica del grupo (gasolina, tiempo en el transporte…).
Para 2024, queremos poner en marcha un nuevo proyecto y renovar una casa abandonada que se encuentra junto al nuevo centro social, para crear un «restaurante social»; un lugar donde todo el mundo pueda venir a comer y a relacionarse con los demás. Este proyecto está aún en fase inicial, ¡pero todo marcha muy deprisa!
Natalia Sanotska y Grigory Semenchuk en la Asamblea General de Emaús Europa 2023. © Emaús Oselya